Él tenía un tatuaje de un león con un balón de fútbol en su antebrazo izquierdo. Podría suponerse por su tatuaje, que su viaje comenzó en San Marcos, Guatemala, cerca de la frontera con México. Se podría creer que nació de padres amorosos, que le mostraron el club local del equipo de fútbol que tenía un león como mascota.
Uno quisiera pensar que él creció siendo un niño feliz, jugando al fútbol en las calles con otros niños de su edad y con una imaginación más grande que la de cualquier adulto podría conceptualizar. Estos sueños y aspiraciones lo encontrarían corriendo tras trenes y cruzando fronteras a comienzos de sus 20 tantos años, solo para que su cuerpo le fallara en el vasto desierto árido del Sur de Arizona.
Por ahora, su nombre es John Doe con el tatuaje de León y balón de fútbol, que no debe confundirse con los otros 3000+ cuerpos llamados John y Jane Doe que se acumulan en las morgues de los estados fronterizos.
“Es un desastre masivo de los derechos humanos que está ocurriendo ahora, aquí en el sur de Arizona”, manifestó Chelsea Halstead, directora del programa del Centro Colibrí de los Derechos Humanos, una organización de defensa familiar sin fines de lucro. “La cantidad de personas que mueren es el equivalente a un pequeño accidente de avión que ocurre cada año, durante los últimos 15 a 20 años”.
Desde el 2001, 2.770 restos de individuos se han encontrado en el desierto a lo largo de la frontera entre Arizona y México, según la base de datos de Arizona Daily Star.
Más de 7.000 personas identificadas han muerto a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México durante los últimos 20 años, y eso es una estimación baja considerando que solo están contando las personas que se han encontrado. Además, se sabe que los estados fronterizos no son tan meticulosos al registrar los datos como deberían, comentó Halstead.
“Es una crisis de personas desaparecidas, personas que han muerto y no han sido identificadas y de personas que han muerto y han sido identificadas”, comentó.
Hay más de 900 cuerpos no identificados en el condado de Pima.
El Centro Colibrí de Derechos Humanos, es la organización que lucha por los derechos de los desaparecidos y muertos a lo largo de la frontera entre Arizona y México. Durante 10 años, Colibrí ha estado trabajando diligentemente con familias, científicos forenses y humanitarios para así ponerle un fin a la muerte de los migrantes a través de la identificación de los muertos, hacer posible la reunificación de los desaparecidos con sus familias e interceder por los migrantes a un nivel político.
“Estamos luchando por un futuro donde los derechos humanos de los migrantes sean respetados, sus familias sean protegidas y la migración sea segura”, manifestó Halstead. “No creemos que nadie tenga que caminar dos semanas en el desierto para estar con sus hijos o con su familia. De eso se trata nuestro trabajo, ir contra la narrativa de que los migrantes son peligrosos o vienen aquí para hacernos daño”.
Esta organización tomó el nombre “Colibrí” haciéndole referencia a los colibríes que emigran de los Estados Unidos a los desiertos del norte de México, a Centroamérica y viceversa. En el 2009, los restos de un hombre fueron encontrados a lo largo de la frontera, y en su bolsillo encontraron un pequeño colibrí muerto como símbolo nativo común para un viaje seguro.
Desde su fundación oficial en el 2013, Colibrí, ha ayudado a identificar a más de 100 personas. Sin embargo, espera que el número aumente significativamente gracias a un nuevo programa de ADN que le permite al centro tomar el ADN de la familia y compararlo con el ADN de los fallecidos. En el pasado, Colibrí se basaba solamente en datos circunstanciales que posteriormente se confirmaban con el ADN.
“El futuro para nosotros es brillante, en el sentido de que creo que vamos a ser capaces de traer paz a mucha gente a través de nuestro trabajo”, comentó Halstead.
Con más de 3000 informes de personas desaparecidas en la base de datos del centro, cientos de muertos no identificados y la amenaza de un muro que se puede construir a lo largo de la frontera, se necesita más que nunca el trabajo de Colibrí, comentó Halstead, quien culpa a la política por las cantidades masivas de muerte entre la frontera.
“Se tarda más de 19 años para que estas personas puedan obtener la documentación para vivir en los Estados Unidos legalmente, manifestó. Así que aquellos que quieren unirse a sus familias en Norte América se quedan caminando a través de regiones aisladas y remotas del desierto, poniéndose directamente en peligro.
“Ahora más que nunca, nuestro trabajo es aún más relevante e importante”, comentó Halstead. “El trabajo que estamos haciendo es la barrera contra la deshumanización de los migrantes. Estamos afirmando de manera muy pública que los migrantes tienen los mismos derechos humanos que cualquier otra persona y que, lamentablemente, esos derechos son sistemáticamente negados a lo largo de la frontera”.
Brittan Bates es una reportera para Arizona Sonora News, un servicio de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Arizona. La puede contactar en [email protected]
Traducido por: Carolina Padrés Quiroga