Los oficiales de la patrulla fronteriza acosan, intimidan y amenazan a menudo tanto a los ciudadanos como a las periodistas quienes ejercen sus derechos tomando fotografías desde los puertos de entrada fronterizos. Hacen lo mismo cuando toman fotografías de los agentes estacionados en los puertos o trabajando en el campo.
Según James Lyall, un abogado para el Proyecto Fronterizo de Litigio de la Unión Americana de Libertades (ACLU por sus siglas en inglés) en Arizona, dicho acoso que incluye exigir a la gente, sin un motivo, a dejar de tomar fotografías, es un acto de intimidación. Los agentes del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. (CBP por sus siglas en inglés) tienen un punto de vista restrictivo en relación con lo que permite la Primera Enmienda de la Constitución.
“La gente tiene el derecho de fotografiar en las vías públicas”, explicó Lyall.
La Administración de Servicios Generales es el dueño de la propiedad de los puertos de entrada y, por esta razón, se requiere que los agentes cumplan una ley federal que permite fotografías—solamente para las noticias—en las entradas y en los lobbies.
Teresa Small, una oficial de enlace en Tucson para la CBP no quiere hablar sobre la razón por la cual los agentes usan la coacción. Ella sugiere a la gente que desea fotografiar un puerto de entrada que consigan permiso en la oficina central primero.
Estas tácticas agresivas para detener fotografías han sido desafiadas en los tribunales. Dos activistas de derechos humanos en California, presentaron una demanda después de que los agentes de la patrulla fronteriza confiscaran y retuvieran sus cámaras fotográficas y así mismo borraran las imágenes.
David Cuillier, el ex presidente de la Sociedad de Periodistas Profesionales y el director actual de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Arizona, dijo que este tipo de restricción “no representa una actitud estadounidense en ninguna manera”.
“No existe una invasión de privacidad y no causa daño”, él afirmó.
Recientemente, una fotógrafa estudiantil estaba situado en una acera al lado de la Calle Internacional en Nogales, orientada hacia la frontera entre los Estados Unidos y México, estaba tomando fotografías de la gente cruzando la frontera y entrando a los EE.UU.
No había pasado más de cinco minutos cuando un agente de la CBP salió del Puerto de Entrada Morley, se acercó al fotógrafo y le ordenó a guardar su cámara. Le dijo que no podía fotografiar a los agentes.
Le mandó a borrar las fotografías y le quitó su teléfono para ver cuales imágenes había tomado.
Algunos oficiales federales discuten que las fotografías pueden dejar a los agentes fronterizos susceptibles a la agresión.
“Si alguien está tomando fotografías del exterior, de las salidas y de las entradas, los agentes de la patrulla fronteriza sienten que esa persona puede estar inspeccionando el edificio para realizar un ataque”, explicó Peter Bidegain, un ex oficial de información pública en Tucson para la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos. “Esta es una preocupación verdadera del Departamento de Seguridad Nacional.”
John Lawson, el jefe interino de la sección de la comunicación estratégica para Arizona, está de acuerdo.
“A pesar de nuestro esfuerzo para proteger a este país, hay personas extranjeras y nacionales a quienes no les gusta nuestra presencia. Además de las terroristas, existe una amenaza constante de los cárteles que juntan información sobre nuestras instalaciones y como eludir y vencer nuestras medidas de seguridad”, dijo Lawson.
Dichos argumentos no tienen mucha importancia con los expertos de los derechos de la Primera Enmienda.
“No puedo concebir ninguna razón por la cual la gente no puede tomar fotografías”, declaró Dan Barr, el abogado para la Coalición de la Primera Enmienda de Arizona. “Cualquiera tiene el derecho de tomar fotografías, no solo las periodistas”.
Alicia Vega is una reportera para Arizona Sonora News, un servicio de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Arizona. Para ponerse en contacto con ella envíe un mensaje a su correo electrónico: [email protected].
Traducido por Andrea Varela / Editado por Lizeth Castellanos