En este viernes de tarde despejada, las lluvias de hace unos días han hecho que el aire esté fresco y ligeramente húmedo y las plantas exuberantes y verdes. Pero el sol implacable engaña a cualquiera que se pare debajo de él, lo cual causa que el clima de 80 grados F produzca una sensación de calor más cercana a las tres cifras.
Richard Pablo pasa por matorrales de acacia craspedocarpa y cactus opuntia versicolor para recoger las botellas de vidrio de color café desperdigadas por todo el paisaje. Algunas están expuestas, otras alojadas en la tierra con las puntas que asoman en la superficie. Las botellas de cuarto de galón –‘Qs’, como se les llama– antes contenían alcohol y solían cubrir varios acres.
Al agacharse hacia el suelo, la trenza gris del corpulento Pablo le cae sobre el hombro. Recoge una botella y utiliza el cuello de esta para sacar otra de la tierra. Una botella en cada mano, las golpea con las bocas hacia abajo a pulgadas del suelo. La arena húmeda por la lluvia, fluye de la botella cómo si fuera un líquido, más oscura que la tierra de la superficie que no consiguió escaparse del sol. Coloca estas botellas en el suelo y vacía dos más antes de llevarse a las cuatro botellas y echarlas a una pila cercana. El traqueteo resuena, por todo el desierto.
El trabajo es de baja categoría y tedioso, pero a Pablo no le no le importa. Le gusta el sosiego. Tan lejos de las carreteras; el único ruido que se oye viene del reclamo de un chochín de cactus o del rugido infrecuente de un helicóptero de una patrulla fronteriza. A Pablo le gustan los momentos que le permiten sólo pensar.
Sobre todo, le gusta la idea de que está limpiando suciedad a la cual él contribuyó.
El trabajo de Pablo es sólo una parte de su historia completa. Pablo está involucrado en de dos temas de gran actualidad en las reservaciones indígenas americanas de los EE.UU.: el alcoholismo y el ambientalismo. Se desempeña como asistente para un proyecto que recoge, quiebra y recicla las botellas de cerveza abandonadas, para hacer un tipo de cemento. Al hacer esto, Pablo siente que está reparando los problemas que la bebida le ha causado a él mismo, a su familia y a su tribu.
Pablo tiende a irse por la tangente al hablar, y mientras trabaja, murmura para sí mismo, con un modo de hablar distintivo que es lento y constante, al igual que su paso por el desierto. Habla sobre su batalla con el alcoholismo –ha estado sobrio desde el 2010– y habla sobre lo que este proyecto le ha ayudado a descubrir.
“Quién habría pensado que un minuto estaría sentado bajo un árbol bebiendo todo el día y el próximo estaría aquí recogiendo estas botellas”, pregunta con una risita. Su pregunta es retórica; aunque también podía haber estado preguntándoselo a las botellas.
Un accidente en un laboratorio
Un día de otoño del 2002, David Stone mezclaba productos químicos en un laboratorio en el tercer piso del edificio Shantz de la UA.
Apenas comenzando sus estudios de doctorado en ecología, Stone tenía un frasco de polvo de sílice de hace 40 años y una idea. Planeaba mezclar la sílice con polvo de hierro y con agua, esperando que formara una capa sobre el hierro para prevenir la oxidación.
Lo que consiguió Stone, fue una mezcla que siseaba, echaba vapor y chispeaba, y que finalmente produjo oxidación. Pero por la noche, la mezcla endureció.
“Cuando regresé al laboratorio y me di cuenta de lo duro que se había hecho el material, pensé, ‘Bueno, pues quizá sí tenga algo de útil esto’,” dice.
El cemento que Stone había inventado por accidente dominó sus estudios. Pasó meses haciendo experimentos para explicar la reacción. Se convirtió en el núcleo de su tesis doctoral.
Stone compara su material al mismo proceso de oxidación que al principio intentaba prevenir –la exposición del hierro al agua, al oxígeno o al ácido. El material rojo y corrosivo crea una cualidad que enlace, y que puede causar que dos trozos de hierro se adhieran uno al otro.
El proceso de Stone esencialmente es un proceso de oxidación, pero en vez de exponer el hierro al agua y el aire, utiliza agua y dióxido de carbono. Juntos, ambos elementos crean ácido carbónico: agua de Seltz.
Todo tipo de cemento necesita un agregado, o como le dice Stone, “la cosa espesa que se le echa al concreto”. El cemento Portland –que se usa para las banquetas y las entradas de coches por todo el mundo– utiliza gravilla, arena o rocas. El de Stone utiliza vidrio triturado.
Con todos los ingredientes mezclados, el producto final se convierte en una pasta con un tono café-rojizo como el de las botellas. Una vez endurecido, las partículas de vidrio brillan con la luz del sol. Un ladrillo hecho del material, de 16 pulgadas de largo, 8 de ancho y 4 de altura, está colocado como un pisapapeles pesado encima del escritorio de Stone en su oficina ubicada en el campus oeste de Tohono O’odham Community College (TOCC, por sus siglas en inglés), en las afueras de Sells.
El material de Stone también es fuerte. Como un candidato de doctorado de ingeniería civil en Arizona State University, Sumanta Das empleó el material de Stone en otra tesis doctoral. Los estudios de Das hallaron que el cemento de hierro de Stone tiene el doble de la fuerza del cemento Portland.
Después de titularse, Stone se mudó al estado de Washington en el 2007, donde trabajó por tres años como asesor ambiental. Usó el material que desarrolló para construir un invernadero. Con el tiempo, se cansó del frío y se regresó a Tucson en el 2011.
En un evento para la recaudación de fondos para TOCC en Tubac, conoció a Jane Latané, la presidente interina del instituto en ese entonces. Ella le sugirió a Stone que intentara implementar su producto en Sells bajo el Programa Tribal de ecoEmbajadores de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), el cual destina $75,000 cada año a un proyecto que aborda soluciones para el medioambiente en una reservación indígena americana. La solicitud de Stone recibió la beca.
Pero el proyecto no comenzó con un plan para abordar el problema del vidrio en el desierto. Por falta de un programa de reciclaje en Sells, el vidrio probablemente tendría que venir de Tucson, pensaban los administradores. Con el dinero en la mano, estaban dispuestos a mandar a un estudiante asistente a la ciudad, sin saber de lo que había esparcido por las calles a su alrededor.
‘Motones y montones de vidrio’
Stone conoció a Pablo en el otoño del 2011. Como un estudiante buscando cómo involucrarse extracurricularmente, habían mandado a Pablo a reunirse con el investigador para discutir un proyecto nuevo sobre la recoja de vidrio, que estaba en las primeras fases.
“Me parecía una persona con un carácter mucho más colorido que la mayoría de la gente”, recuerda Stone. “Era muy animado –la mayoría de la gente O’odham es muy callada y reservada, pero Richard se reía mucho y quería involucrarse”.
Stone había encontrado a su estudiante asistente. Poco después, los administradores de TOCC le dieron dinero a Pablo para realizar un viaje a Tucson para la colecta de vidrio.
Pablo se resistió a la idea. En cambio, usó el dinero para gasolina y llevó a Stone por el desierto, siguiendo un camino corto pavimentado, antes de dar vuelta hacia el polvo.
“Simplemente entramos al desierto, y hay sitios de fiesta por todos lados”, dice Pablo. “Le enseñaba algunas partes y habían montones y montones de vidrio en donde todo mundo tiraba sus botellas como si nada”.
Pablo conoce los sitios muy bien. A los 46 años de edad, el alcoholismo siempre fue parte de su vida. Pablo comenzó a beber con regularidad a los 16 años, y su periodo actual de sobriedad –es de aproximadamente 5 meses– lo máximo que ha durado.
Admite que la escuela no era su prioridad principal creciendo en la reservación. Sus manos están callosas y gruesas por años de trabajar en construcción, poniendo placa de yeso, haciendo tejado y azulejo. Veinte años atrás, cruzaba drogas por la reservación, lo cual le costó tres años en prisión.
La experiencia de Pablo no es muy distinta a la de muchos otros de la nación Tohono O’odham. La reservación permanece seca legalmente. Pero al ser un área de casi la misma equivalencia al estado de Conneticut, es difícil hacer cumplir una reservación seca. Incluso con tantos miembros interrelacionados, Pablo dice que es difícil reportar a alguien a la policía.
La Nación sigue la tendencia al abuso del alcohol que existe en las reservaciones por todo el estado. El Departamento de Servicios de Salud de Arizona demostró en su reporte del 2011 –los datos más recientes disponibles– que las muertes causadas por el alcohol entre los nativo americanos en Arizona fueron la segunda causa principal de muerte, alcanzando casi 200 muertes. La causa principal de las muertes ha sido los accidentes –una categoría propia que incluye todos los accidentes de transporte y de armas de fuego, según el reporte que se publicó en febrero.
Pero los Tohono O’odham no tienen las peores estadísticas. En en 2011, aproximadamente sólo 20 de sus miembros murieron por causas relacionadas con el alcohol –estadística parecida a la de la vecina reservación indígena Pascua Yaqui . La comunidad indígena Salt River Pima-Maricopa encabeza la lista con aproximadamente 70 muertes relacionadas al alcohol. Pablo comenzó consumo de alcohol progresivamente. Observaba a sus padres beber con frecuencia y siguió su ejemplo. Se unió a sus amigos y pasó horas en el desierto, acabándose ‘Qs’ y tirándolas a la tierra.
Trauma histórico
¿Cuál es la causa principal del alcoholismo de Pablo y de los altos niveles de abuso de alcohol entre las comunidades indígenas americanas?
Un investigador de la UA propone una teoría llamada trauma histórico.
La teoría propone que por causa del despojo de los nativos americanos de su tierra, hubo una separación cultural que manifestó el comportamiento disfuncional tal como el alcoholismo.
Tommy Begay, un investigador asociado al departamento de psiquiatría de la UA, estudia los efectos del trauma histórico en las comunidades indígenas americanas. Begay, miembro de la Nación Navajo, hace referencia al uso de los internados para la asimilación de nativo americanos a principios del siglo XX. Según Begay, esta política federal causó una separación entre los indígenas americanos y su cultura, lo cual es la base para el desarrollo de una persona.
El resultado, explica Begay, es una serie de comportamientos disfuncionales que pueden llegar a causar la violencia, el uso de drogas y el alcoholismo. Mientras varias generaciones batallan con vicios como estos, muchos de sus hijos siguen estas costumbres, simplemente imitando lo que creen que es normal.
Su solución, dice Begay, ha sido volver a conectar a los nativos americanos a su cultura.
Para Pablo, la solución fue recoger las botellas.
Stone no esperaba tratar a un asunto como el alcoholismo cuando empezó a venir a Sells, pero pronto se hizo evidente que el vidrio era más que sólo basura. Hasta en las conferencias nacionales de las tribus en Washington D.C., Stone y Pablo les presentaron su proyecto a cientos de nativo americanos. Sus fotos de botellas cubriendo el paisaje conmovió al público, y muchas personas estaban muy avergonzadas.
“Tuvimos que prestar atencióna todo eso inmediatamente”, dice Stone. “No eran sólo botellas detrás de una tienda o de un bar. Nuestro programa de reciclaje se volvió rápidamente algo más que simplemente el reciclaje de un material; era un reciclaje de emociones”.
Un esfuerzo duradero
No hay mucho que decir sobre el camino de alrededor de 60 millas de Tucson a Sells. La carretera 86 de Arizona de dos carriles no tiene muchas vueltas, y el tráfico en el retrovisor pronto empieza a desvanecerse en una ruta que no tiene muchos viajantes hacia el oeste. Los conductores no ven a ninguna señal de distancia para el pueblo de aproximadamente 2,800 habitantes hasta estar 20 millas dentro de él.
Aun así, como la capital de la Nación Tohono O’odham, Sells funciona como el centro para el órgano de gobierno, muchos negocios tribales y para toda la basura de la Nación. El centro para la gestión de desechos en Sells maneja entre 18 y 20 toneladas por día, que se han traído de toda la reservación. Sin tener un vertedero dentro del pueblo, los desechos se llevan en camión al vertedero Los Reales Landfill en Tucson, donde la compañía paga $32 por tonelada para tirar al menos un camión lleno cada día. Después de incluir el gasto del transporte, los costos mensuales ascienden entre $14,000 y $16,000, dice Gary Olson, el director del centro para la gestión de desechos.
“Cuando tienes una distancia tan larga para llegar al vertedero para la eliminación de desechos, es importante desviar todo lo que puedas de ese camión”, dice Olson. “Así que cuando presentó la idea del reciclaje de vidrio en la reservación para que nunca se tuviera que transportar, yo la vi como una situación en la que todos ganarían”.
Después de tres años con el programa, Olson no ve razón alguna para descontinuarlo. Ahora sus propios empleados recogen lo que quede del vidrio en el desierto. El centro está equipado con una trituradora de vidrio, un obrador brillante de milagros verde John Deere cuya llegada terminó la quebrada de botellas a mano.
Se ha aprovechado el cemento en varias áreas, a saber en una adquisición nueva de patio en el Centro Cultural y Museo de la Nación Tohono O’odham. . Este proyecto cubre un espacio de 150 pies de largo y 22 pies de ancho. Stone calcula que el proyecto utiliza 90,000 libras de su material. Serían 60,000 libras de vidrio que no terminaron en otro camión en camino a Tucson.
Hay un patente pendiente para el invento accidental de Stone en el departamento de transferencia de tecnología de la UA. En los últimos meses, Stone ha hecho todo el esfuerzo posible para conseguir la firma a su nombre, un proceso burocrático que él ha comparado a “observar cangrejos en una cubeta”.
Durante un paseo en coche por Sells en septiembre, Stone habla sobre los aspectos de su proyecto que aún no se han desarrollado después de tres años.
“Vine para acá pensando que estaría construyendo casas y edificios”, dice él, con un tono más decepcionado que frustrado.
Una cinta roja alrededor del complejo habitacional en la reservación significa que los planes que tenía Stone para tratar el asunto de la escasez de viviendas con su cemento están estancados, pero él no se ha rendido.
“Veo su punto, ¿pero estoy de acuerdo? No. ¿Lo veo como final? No”, dice él. “Puede que ocurra más tarde”.
El próximo obstáculo al que se enfrenta Stone es del financiamiento de su proyecto. Al EPA le gustó tanto que le proporcionó becas para dos años más después del primero. Pero desde entonces, la agencia ha elegido seguir adelante con otros proyectos potenciales.
Cuando Pablo se gradúe de TOCC en mayo con su título en humanidades, no será el primero de su familia en hacerlo, pero será uno de los pocos. Está orgulloso de su estatus como estudiante y nunca se pierde una oportunidad para hablar sobre los casi 100 créditos que habrá obtenido. Tiene planes provisionales para cambiarse a la UA, pero no está seguro de lo que vaya a estudiar.
Después de varias décadas de luchar, la escuela se convirtió en su salida, sabe que es la solución para evitar que vuelva a caer en costumbres viejos, u otro trabajo de construcción sin futuro.
“En mi niñez, la escuela primaria se sentía tan oprimida”, dice Pablo. “El colegio comunitario realmente me abrió la mente – se convirtió en mi droga. Los profesores se convirtieron, supongo, en mis proveedores”.
El tiempo que ha pasado recogiendo botellas ha llevado a Pablo mucho más lejos de lo que esperaba. En los últimos tres años, ha viajado a Washington, D.C., cinco veces para hablar en conferencias. Ha viajado a Reno una vez. También a Phoenix. Aún piensa que es gracioso que su instructor de discurso público lo haya reprobado por no enfocarse en el tema durante sus presentaciones.
Limpiar el desierto le ha llevado a tener una conciencia más limpia. Ha sido fundamental para ayudarlo a mantenerse sobrio, pero él sabe que es sólo el comienzo “El vidrio es solamente la guinda” dice Pablo.
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Kyle Mittan es un reportero con Arizona Sonora News, un servicio de la escuela del periodismo en La Universidad de Arizona. Se puede contactar a Kyle vía correo electrónico en [email protected]
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Traducido por Natasha Moushegian / Editado por Mariah Chloe Swickard